Las serpientes son reptiles de cuerpo muy alargado y habitualmente cilíndrico, aunque existen otras de uerpo aplanado como la serpiente marina y muchas serpientes arborícolas.
Las serpientes carecen de extremidades externas, aunque algunas conservan vestigios de las patas traseras, visibles en la base de la cola de las grandes boas y pitones.
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Perteneciente a la familia de las boas, la anaconda es seguramente la serpiente más grande del mundo y aunque mucho se ha exagerado sobre su tamaño, rara vez llega a superar los diez metros. Habita cerca de cursos fluviales y es casi imposible encontrarla fuera de los ríos o charcas permanentes en los que pasa la mayor parte del tiempo sumergida asomando sólo la cabeza, característica ésta muy común en gran parte de los ofidios.
Su enorme porte le permite cazar piezas del tamaño de un carpincho, que traga prácticamente enteras y después se sume en un profundo letargo producto de la digestión que le puede durar varios días. Como todos los representantes de su grupo, la anaconda es una especie constrictora, es decir, mata a sus presas por asfixia, enroscándose alrededor de su cuerpo e impidiéndoles respirar hasta que dejan de moverse.
De reproducción ovovivípara, las anacondas alumbran una gran cantidad de crías que pueden llegar a ser más de cincuenta y que, cuando nacen, miden ya cerca de un metro.